Es una ancianita, muy bajita, de cabellos totalmente blancos, siempre que la veo en la misa dominical me produce ternura.
Acaba de comulgar y se queda quietecita ni siquiera gira uno de sus pies. Solo espera a que su hija comulgue, para que la guíe de regreso a su puesto.
Pienso en la dependencia, todos en varios momentos de nuestra vida somos «muy» o «totalmente» dependientes de otros seres humanos. Hombres y mujeres de cualquier edad que están allí, pendientes, sirviendonos y amandonos verdaderamente..
Entonces pienso en esos servidores, los sirineos de hoy, que ayudan a llevar unas cruces que no son suyas. Se cansan? pienso que sí, pero permanecen. Bueno algunos huyen, se van, «tirando esa cruz» pero reflexionan y regresan.
A todos ustedes, siervos del amor, gracias! y a todos nosotros, Dios nos llama a convertirnos también en servidores de otros, sin interés, solo demostrando verdadero amor!
Con Cariño.
IAN SALVATORE